Educación afectivo sexual


       
 “Educación afectivo sexual desde la diversidad y prevención y tratamiento de las enfermedades de transmisión sexual”


No cabe duda que la acción y actitudes de los padres en este campo de la sexualidad, es siempre determinante y esencial. Todo influye de una u otra forma: su presencia - o su misma ausencia - su papel de hombre o mujer en las circunstancias de cada día, su actitud ante la sexualidad, como viven con su amor, su comportamiento de pareja, etc. Todo condicionará la verdadera educación afectivo - sexual en nuestro crecimiento como personas sexuadas.

No obstante , lo anterior, debemos planteamos de entrada, la intima relación existente entre  “Familia”,  “Sociedad”, “Educación” y “Sexualidad”.

La familia es la primer escuela, en la que los padres e hijos aprenden y enseñan, educan y son educados

Pero la educación ha desbordado el ámbito familiar (está la escuela, las múltiples asociaciones educativas, pequeños núcleos relaciónales: grupos de amigos y amigas, toda la sociedad). La educación de la vida debe realizarse como tarea solidaria y responsabilidad compartida tomando consciencia de la interrelación familia/escuela, familia/sociedad.

Al igual que sucede con otros aspectos del conocimiento y del comportamiento humano, siempre ha existido, de hecho, una educación sexual, en el sentido de que siempre ha habido una transmisión de valores, opiniones y actitudes al respecto, pues, cada generación ha transmitido a los siguientes aquellos valores y conocimientos en los que ha sido educado, añadiendo las modificaciones de la propia experiencia y, los debidos a los cambios sociales y culturales de cada época.


Evidentemente, esto no es menos cierto cuando nos referimos a la sexualidad. Por lo tanto, se considere necesaria o no, se acepte o se rechace, se esté a favor o no de impartirla, podemos concluir que la educación de la sexualidad se produce a todos los niveles de lo cotidiano.


Cada uno debemos tener una buena, sana y prudente educación sexual, ya que esto cae de lleno en el comportamiento afectivo-social y, dentro de la trascendencia del propio individuo. La educación al amor en la persona, va íntimamente ligada a la educación de la sexualidad.

Hay que tener en cuenta al hombre y a la mujer en todos sus niveles: psicológica, corporal, espiritual, ética, sexual... es decir dentro de una educación integradora afectiva sexual.

La sexualidad, es una dimensión humana que necesita ser vivida, cultivada, desarrollada, conocida, aceptada e integrada de forma consciente.

En el campo de la educación integral y fundamental no es la sexualidad la más importante, sino la persona como ser sexuado y humano.

El proceso formativo, dentro de este campo, de los niños, de los jóvenes y de nosotros mismos en todos sus niveles aparece cada vez menos como un privilegio único de la familia; pues, a través de la televisión, cine, prensa... medios de comunicación que no siempre apoyan los patrones  identificativos paternos, sino que llegan a provocar dudas, muchas veces, fustigándolos y  considerándolos como algo que va contra los derechos humanos de la persona.


Todo esto captado, en el momento de nuestro crecimiento, hace difícil y problemática la función identificativa de los padres; la cual pide a la familia cambios y nuevas actitudes, y  a los hijos en particular la formación de una conciencia critica.


Por otra parte, hemos de tener en cuenta que la sexualidad es una faceta humana y como tal, no es ni buena ni mala, sino que puede ser bien educada o mal educada; pues, puede ser motivo de salud, alegría y equilibrio, o por el contrario causa de infelicidad y de trastornos personales o sociales.

Por ello debemos tener en cuenta que la educación sexual, se da siempre, mejor o peor, aunque se nombre o no. Pues todo tipo de evasión, represión, rechazo, supresión, vergüenza son actitudes erróneas a nuestro proceso de madurez  afectivo sexual. El hecho de impartir una educación afectivo-sexual para una madurez integral de la persona, con criterio positivo o negativo es decisión de nosotros mismos; como la de aceptar o negar su responsabilidad.

Sexualidad y afectividad constituyen conjuntamente, en el proceso de desarrollo del individuo, una área de aprendizaje vitales: la capacidad de amar y ser amado, la intimidad, la ternura, etc.; la resolución de dichos aprendizaje será responsable en gran medida de la personalidad futura, de su equilibrio y de sus manifestaciones, dado que para los seres humanos la necesidad de amar y ser amados es uno de los aspectos fundamentales en la vida de cualquier individuo, desde el nacimiento hasta la muerte. Para el niño, que necesita crecer en un ambiente de seguridad y protección, las expresiones de cariño  - recibidos y ofrecidos - son tan necesarias para su desarrollo físico; para los adultos el afecto tendrá un efecto estabilizador de la propia personalidad, y la sexualidad, en relación con el afecto, se constituiría entonces como un elemento que lo dotara de plenitud y de madurez.



HACIA UNA MAYOR AFECTIVIDAD Y MADUREZ DEL SER HUMANO

Al igual que sucede con otros aspectos del conocimiento y del comportamiento humano, siempre ha existido, de hecho, una educación sexual, en el sentido de que siempre ha habido una transmisión de valores, opiniones y actitudes al respecto, pues, cada generación ha transmitido a los siguientes aquellos valores y conocimientos en los que ha sido educado, añadiendo las modificaciones de la propia experiencia y, los debidos a los cambios sociales y culturales de cada época. Evidentemente, esto no es menos cierto cuando nos referimos a la sexualidad. Por lo tanto, se considere necesaria o no, se acepte o se rechace, se esté a favor o no de impartirla, podemos concluir que la educación de la sexualidad se produce a todos los niveles de lo cotidiano.


Generalmente se considera que la educación sexual es una actividad que se produce de forma consciente y voluntaria, habitualmente a través de la palabra y de textos escritos. Sin embargo, aunque a veces sea así, no es ni con mucho el medio principal porque el niño adquiere su sistema de valores o sus conocimientos en materia de sexualidad; el comportamiento cotidiano de los adultos, las relaciones entre los mismos, la influencia de los medios de comunicación, la división del trabajo en función de los sexos, entre otros son factores que , poco a poco a lo largo del proceso de crecimiento, van impregnando la mente del niño y, por consiguiente, van configurando sus primeras actitudes respecto al afecto y a la sexualidad.

Independientemente del comportamiento sexual de cada adulto en su vida privada, y de si sus relaciones se basan prioritariamente en el amor o en placer, de si son confusas o no, de si son acontecimientos puntuales o de si se producen en el seno de su relación de pareja, nuestra posición como educadores es plantear la educación sexual como parte de la educación de la afectividad.

En algunas épocas se ha pretendido convertir la educación sexual en preparación, solo y únicamente, para el amor y el matrimonio, obviando entrar en excesivos detalles sobre lo sexual; posteriormente, como compensación, algunos movimientos hicieron una reivindicación profunda del placer. Pero tantos unos como otros tomaron posiciones reduccionistas al prestar excesiva atención a unos aspectos en detrimento de otros.

Superado el momento en que la sexualidad y reproducción estaban indisolublemente unidos, gracias a la aparición de métodos contraceptivos, eficaces o ineficaces, la sexualidad es hoy generalmente entendida como un modo de expresión de uno mismo, y de comunicación con el otro, en alta correlación con la propia autoestima y la capacidad de sentir y expresar afecto.Pues, la educación sexual debe ser una verdadera educación afectiva, que nos lleve a conocer nuestras propias manifestaciones de la naturaleza humana, que de una forma u otra repercute en nuestro interior y exterior de las relaciones. No podemos olvidar que el arte de amar forma parte del arte de vivir y que a cada cual nos corresponde hallar, las razones de ser y actuar.

Un encuentro de sensibilización, concienciación y formación de las personas para su crecimiento y desarrollo personal

La sexualidad, es una dimensión humana que necesita ser vivida, cultivada, desarrollada, conocida, aceptada e integrada

En el campo de la educación integral y fundamental no es la sexualidad la más importante, sino la persona como ser sexuado y humano

El proceso formativo, dentro de este campo, de los niños, de los jóvenes en todos sus niveles aparece cada vez menos como un privilegio único de la familia; pues, a través de la televisión, cine, prensa... medios de comunicación que no siempre apoyan los patrones e identificativos paternos, sino que llegan a provocar dudas, muchas veces, fustigándolos y considerándolos como algo que va contra los derechos humanos de la persona

Por otra parte, hemos de tener en cuenta que la sexualidad es una faceta humana y como tal, no es ni buena ni mala, sino que puede ser bien educada o mal educada; pues, puede ser motivo de salud, alegría y equilibrio, o por el contrario causa de infelicidad y de trastornos personales o sociales.
Los padres deben tener en cuenta que la educación sexual, se da siempre, mejor o peor, aunque se nombre o no en casa. Pues todo tipo de evasión, represión, rechazo, supresión, vergüenza son actitudes erróneas a la educación sexual. El hecho de impartir una educación afectivo-sexual para una madurez integral de los hijos, con criterio positivo o negativo es decisión de los padres; como la de aceptar o negar su responsabilidad.

Pues, La educación sexual debe orientar la afectividad; la necesidad de seguridad afectiva, de amar y ser amado, la necesidad de sentirse útil y convencerse de su propio valer, tienen que tener una respuesta satisfactoria en el niño desde que nace, incluso desde su concepción; de tal manera que, si estos aspectos de la afectividad se descuiden en el proceso de maduración del niño y del adolescente, su vida sexual adulta adolecerá de estos fallos.


Sexualidad y afectividad constituyen conjuntamente, en el proceso de desarrollo del individuo, una área de aprendizajes vitales: la capacidad de amar y ser amado, la intimidad, la ternura, etc.; la resolución de dichos aprendizajes será responsable en gran medida de la personalidad futura, de su equilibrio y de sus manifestaciones, dado que para los seres humanos la necesidad de amar y ser amados es uno de los aspectos fundamentales en la vida de cualquier individuo, desde el nacimiento hasta la muerte. Para el niño, que necesita crecer en un ambiente de seguridad y protección, las expresiones de cariño -recibidos y ofrecidos- son tan necesarias para su desarrollo físico; para los adultos el afecto tendrá un efecto estabilizador de la propia personalidad, y la sexualidad, en relación con el afecto, se constituirá entonces como un elemento que lo dotara de plenitud y de madurez.

La educación sexual formal ( explicita, intencional y programada, que se hace en la escuela), es muy escasa en nuestro medio. Incluso cuando se hace Educación sexual formal en la escuela, ésta tiene efectos muy parciales, porque el niño está sujeto a otras muchas influencias y, sobre todo, porque las actitudes, valores, normas y conocimientos vitales más significativos tienden a aprenderse de otros agentes educativos ( padres, hermanos, compañeros, medios de comunicación, entre otros ), casi siempre de forma experiencia, por mecanismos distintos a los procesos cognitivos usados de forma predominante en las tareas escolares

Con ello no queremos minusvalorar la importancia de la educación sexual en la Escuela, sino hacer comprender, por un lado, que lo más decisivo de la educación afectivo-sexual no depende de las tareas escolares programadas que se realicen y, por otro, que la educación sexual escolar formal debería guardar cierto grado de coherencia y colaboración con el resto de las influencias que el niño recibe. Precisamente por ello, no podemos hablar de la educación sexual escolar formal sin dedicar, al menos, un apartado dentro de este curso a la educación sexual no formal e informal

Por otra parte, dentro de la misma escuela, en cuanto a la educación sexual se refiere, lo más importante no es, en numerosas ocasiones, aquello en lo que programadamente se instruye a los niños ( educación formal ), sino los mensajes implícitos, los gestos, los modelos, etc., todo aquello que sucede sin que nos demos verdadera cuenta de ello. Es decir, lo que hacemos sin intención educativa, pero que, sin embargo, tiene grandes efectos educacionales (Educación incidental, espontánea o no intencional ).



Manuel Ruiz Figueroa
Psicoterapeuta de Pareja y Familia
Sexólogo y Educador de lo Afectivo-Sexual          

Arrixaca Sevilla Martínez
Lic. Filosofía
Monitora de Educación Sexual







PARTICIPANTES CON MANUEL RUIZ FIGUEROA, EN EL CURSO DE SEXUALIDAD Y AFECTIVIDAD


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